Por Omar Ureña
Hay una noticia que está ocupando los principales titulares en los medios de comunicación del país por la gravedad misma del suceso, sobre todo por quien presuntamente llevó a cabo este hecho de sangre horripilante, espantoso y desgarrador que atenta contra la paz de una sociedad convulsa que cada día esta atónita con informaciones de todo calibre.
Elvin Taveras sacerdote hasta hace poco de la parroquia Santa Cecilia en el sector Los Rosales de Santo Domingo Este, y a quien las autoridades policiales sindican como el supuesto autor de la muerte de un menor de 16 años llamado Fernelis Carrion Saviñon, se ocupó de alterar nuestro estado de ánimo, de que todos los hombres de sotanas y otros líderes cristianos sean motivo de cuestionamientos aun sin merecerlo.
Esta terrible noticia me hizo reflexionar e ir a buscar la biblia en Mateo capítulo 16 verso 18 que dice lo siguiente: «Y yo a mi vez te digo que tú eres Pedro, y sobre esta piedra edificaré mi Iglesia, y las puertas del Hades no prevalecerán contra ella».
Ciertamente que la Iglesia a través de los tiempos ha sido estremecida por indelicadezas como la que estamos tratando de entender, pero que no tiene una explicación lógica, sin embargo, ni este, ni ningún otro hecho bochornoso, puede menguar nuestra Fe en el Señor y su Iglesia, porque muchos de sus hijos que han dejado casas, hermanos, familias para servirle a Dios, no son degenerados como algunos perversos que se han querido escudar en su interior tratando así de dañar su imagen.
Los verdaderos sacerdotes, los comprometidos con el reino de Dios tienen un perfil definido, no regalan mentas, no andan con paños tibios para desenmascarar a los que hacen las cosas incorrectas, aunque son débiles los sustenta la fuerza de Dios.
Para ellos todo nuestro cariño y gratitud por el bien que han hecho con más de uno de sus prójimos. Para los que están haciendo cosas indebidas, le vamos a citar un pasaje bíblico, aun sin ser teólogo ni pretender dar cátedras de comportamiento humano, por la misma condición finita que poseemos todos en el pensamiento mismo.
San Mateo vuelve a citar en su capítulo 18 y el verso 6, cito: «Pero al que haga tropezar a uno de estos pequeñitos que creen en mí, mejor le sería que le colgaran al cuello una piedra de molino de las que mueve un asno, y que se ahogara en lo profundo del mar».
Que sirva este escrito para el pueblo de Dios diseminado en diferentes denominaciones religiosas que hacen vida en toda la tierra.
Que predomine el Amor, la Esperanza y la Fe y aunque algunos los haya vencido la tentación, necesariamente el camino hacia el Señor a través de su pueblo comprometido con Él es a lo único que debemos aspirar.
Finalmente oremos por los sacerdotes, pastores y líderes de todas las congregaciones para que los fortalezca en momentos de crisis donde sin querer están siendo medidos injustamente con la misma vara todos.
¡Si ombe sí!
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