Por: Lic. Box Elhlin Ruiz Huges
«Porque ser libre no es solamente desamarrarse las propias cadenas, sino vivir en una forma que respete y mejore la libertad de los demás.»
- Nelson Mandela
Para el paladín contra el apartheid en África, el valor de la libertad era indiscutible. El mismo sufrió injustamente la privación de su libertad por el hecho de oponerse a un sistema social, económico, cultural y político que oprimía a sus conciudadanos. En la frase que encabeza este texto, Mandela nos llama a no conformarnos con desamarrar nuestras propias cadenas, sino que nos preocupemos por contribuir a desamarrar las de los demás, a través del respeto y, añado yo, del respeto incondicional a esa libertad.
Una expresión tangible de la libertad es esa posibilidad de caminar hasta donde uno quiere, evitando que se trate de una meta planteada extrínsecamente. No hay que llegar a un lugar o alcanzar un objetivo para asegurarse de superar el lugar u objetivo que otro haya logrado. Esos son lugares impuestos desde el exterior. Lo que produce satisfacción es alcanzar las metas de origen intrínseco, aquellas que entendemos que son un desafío para nosotros mismos y que nos muestran que sobre todo estamos comprometidos con nosotros mismos.
En días pasados, camino al Fuerte Resoli, una montaña en los alrededores de Najayo, Provincia San Cristóbal, en la Republica Dominicana, veo dos niños, una hembra y un barón, jugar en la galería de su casa. ¿Qué mejor ejemplo de libertad? Usan su imaginación, ni siquiera tienen un juguete, solo ellos dos. Sin grandes expectativas, disfrutando de su momento de ocio. Si, tal vez tuvieron una semana de muchas tareas en la escuela, pero esto no va a interferir en su momento de ocio, su momento de libertad. La motivación de su actividad era intrínseca, nadie los obligaba a jugar ni les decía como hacerlo. ¡Con razón lo disfrutaban tanto! Es la alegría de caminar hasta donde uno quiere. No hay mayor satisfacción.
Claro, eso no significa que no van en un momento a tropezar, encontrar obstáculo y hasta cambiar de juego porque ya no le parezca divertido. Pero ¿No sucede lo mismo cuando seguimos una meta extrínseca? Posiblemente estos aspectos son más abundantes en ese caso. La alegría de caminar hasta donde uno quiere viene del hecho de que sabemos que es una meta que nos hemos trazado en libertad, no de que tengamos una ilusa idea de que no se presentaran obstáculos.
En la cima de la montaña se encuentra un complejo de antenas repetidoras de una cadena de radio y televisión. Algunos montañistas, mientras descendían, hacían la observación a modo de chanza: “tanto esfuerzo para ver unas antenas”. Si bien es cierto que las antenas no son ningún atractivo turístico, y aunque visualizar desde esas alturas la Presa de Valdesia que se encuentran entre San Cristóbal y Peravia, es un verdadero espectáculo natural, no es menos cierto que no se trata de la antena ni la presa; el verdadero atractivo es el camino. La satisfacción de caminar hasta donde uno quiere no viene de llegar al destino, sino de lo mucho que se disfruta del camino.
El autor es Abogado – Docente
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