BANI-La cuenca alta del río Baní, entre las poblaciones de Río Arriba y la loma La Barbacoa, pasando por La Montería, El Manaclar, el Plan de Jigüey y el Firme Rodríguez, ha recibido agresiones durante muchos años que han colocado a este curso de agua tan importante al borde de la extinción.
Amplias zonas de altas montañas que en contraste están relativamente cerca del litoral del mar Caribe, ahora están peladas; con sus arroyos muy disminuidos, el río Baní ya no puede saciar la sed de los banilejos, ni irriga los predios donde antes crecían formidables viandas y hortalizas, y abrevaba el ganado vacuno, caprino y caballar.
La agresión a las montañas ha sido multifacética. Unas provocadas en forma involuntaria por agricultores que hacen conucos de supervivencia por la falta de tierras fértiles y llanas donde producir el sustento de sus familias, los fuegos forestales y huracanes.
También están las talas directas de madera para postes, construcción de viviendas y quema de carbón, y la consecuente erosión del suelo; las corrientes violentas en tiempo de lluvias y la infertilidad del suelo que provoca que el nomadismo de agricultores indigentes repita el círculo vicioso loma adentro.
La afectación más moderna -también una de las más destructivas- es la extracción de materiales para la construcción, que inicialmente era de arena y agregados, pero que ya se extiende a la remoción de sierras enteras para movilizar en camiones grandes rocas que se utilizan masivamente en el levantamiento de infraestructuras muy distantes de allí.
La buena noticia
Lo anterior es la descripción de una mala noticia de la que mucha gente quiere apartarse, otros esconderla, pero poquito a poco va surgiendo una cultura de crítica a la destrucción, oposición a ella y trabajos para remediarla. Esa es la buena noticia.
Los esfuerzos de oposición a la destrucción y las acciones de recuperación boscosa de la alta montaña de Baní tienen varias iniciativas y actores que van sembrando conciencia de que la vida en la ciudad, la costa y el piedemonte, dependen de que las lomas y picos tengan abundantes árboles.
Aparte de los esfuerzos nacionales que hace el Ministerio de Medio Ambiente, que de alguna manera llegan a las lomas de Baní, los propios agricultores, junto a profesionales y técnicos nacidos en la cuenca alta del río, están impulsando proyectos conservacionistas de gran efectividad que ya comienza a dar frutos.
La Fundación Monte Bonito, que dirigen los hermanos Arsenio y Leonel Ortiz, ha realizado una gran labor de exposición de los daños a la foresta de la alta montaña banileja a través de los medios de comunicación de la corporación Trébol y Mi Revista, que es una ampliación mucho mayor que los esfuerzos pioneros de Marcos Peña Franjul en su revista Cultura Banileja, de los años noventa; Ismael Díaz Melo y otros que han documentado y condenado la destrucción.
Novedosa iniciativa
Uno de los más recientes y novedosos esfuerzos los impulsa el colectivo Isla Verde, que encabeza Manuel Guerrero junto a agricultores de El Recodo, La Gina y Las Yayitas, que consiste en una combinación de labores de concienciación ambiental, limpieza de cauces de ríos y arroyos, fomento de viveros para reproducir café y frutales, así como siembras con doble propósito: reforestar y generar ingresos para los propietarios de los terrenos de montañas y laderas.
En lugar de tumbar y sembrar gandules, habichuelas y maíz a cielo descubierto y con la esperanza de que llueva, los agricultores están optando por volver a plantar café, naranjos, aguacates, limones, guanábanas y otros frutales que revisten el suelo, protegen las montañas y dan ingresos a los cultivadores.
Conversando con Guerrero, la historia es sencilla de entender. Como él nació en El Recodo, sus padres fueron productores, pequeños comerciantes y profesores, que a pesar de que migraron a la ciudad de Baní, él nunca se despegó por completo del espacio y de la gente que vio cuando su cerebro comenzó a procesar todas las sensaciones.
Siempre realizó visitas a las montañas a pesar de sus ocupaciones como educador social, ambientalista y técnico en responsabilidad social corporativa y relación comunitaria en diferentes regiones y proyectos.
Quizás esa experiencia de más de 35 años promoviendo organizaciones comunitarias, programas de recuperación ambiental en el Sur, el Este y el Cibao, han posibilitado a Guerrero motivar a decenas de profesionales a integrar Isla Verde, movilizar con eficacia a agricultores, estudiantes y mujeres para limpiar de basura contaminante gran parte del río Baní, formar conciencia ambiental y comenzar a remediar la destrucción del bosque.
Celebración de limpieza
Una actividad muy llamativa se realizó el pasado 22 de abril cuando Guerrero convocó a sus amigos, familiares y seguidores a celebrar su cumpleaños de manera muy diferente: en lugar de biscocho, compró bolsas grandes y se fue con su gente a recoger vasos y botellas, cristales, hierro, fibra de vidrio, fundas y otros desperdicios contaminantes, que disputaban la vida a peces, camarones, cangrejos y aves, que antes poblaban y abrevaban las frescas aguas del río Baní.
La jornada fue aleccionadora. Unida a la experiencia de la visita de artistas plásticos, fotógrafos, agrónomos, geólogos y ambientalistas que documentaron daños y trabajos de remediación, los objetivos y metas de Isla Verde se fijaron y ahora están en plena expansión.
Los dirigentes de este colectivo conservacionista se han empeñado primero en «arar con sus propios bueyes» y luego concienciar y tocar puertas para que contribuyan a sanear el río Baní, detener las agresiones y reforestar las fuentes matrices que lo pueden revitalizar y reconvertir en la fuente de vida múltiple que fue.
«El Ministerio de Medio Ambiente se ha interesado por nuestro proyecto y nos alegra que nos acompañen para salvar las montañas y los cursos de agua que volverán a fluir hacia donde la gente vive y requiere de ella», expresa Guerrero.
Ciclistas a la montaña
Fue emocionante el recibimiento de un grupo de 200 ciclistas que llegaron el domingo 23 de julio de 2017 a Las Yayitas pedaleando desde lugares tan distantes como San Juan, Azua, San Cristóbal y Elías Piña, junto a los más próximos «Ecologistas Gomas Calientes», de Baní, que prefieren subir a las montañas banilejas, en lugar de exponerse a accidentes y extenuaciones en carreteras atestadas de conductores atolondrados de autobuses y camiones del Sur.
¿A que vinieron a Las Yayitas? A limpiar y a sembrar conciencia ambiental.
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TRES EXPLICACIONES SOBRE EL INTERÉS DE PROTEGER EL RÍO
¿Cómo ha sido posible motivar tanto interés por defender la cuenca alta del río Baní, sin disponer de recursos económicos?
Tres explicaciones son explorables: una gran motivación, apego a las raíces y la facilidad de acceso e impacto de los medios de comunicación en todas sus dimensiones.
Son los periódicos impresos y digitales, la televisión y la radio, pero sobre todo, las redes sociales que han facilitado a Isla Verde un intercambio permanente y eficaz para conectar voluntades, emprender acciones y registrar satisfacciones colectivas muy positivas.
Lo que hará Isla Verde en lo que resta de año no se puede determinar ahora porque es un esfuerzo como bola de nieve que cada día crece con las respuestas múltiples de jóvenes independientes, colectivos ambientalistas y organismos estatales que ven en esta iniciativa, un camino que se puede recorrer en cualquier lugar agredido de las montañas y ríos de la República Dominicana.
Fuente: Felipe Ciprian/ Listibdiario.com
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