El incómodo camino que lleva a Parra ha sido el principal dolor de cabeza para sus habitantes. Primero, deben cruzar el río Ocoa; aunque este regularmente presenta poco caudal, cuando azotan las lluvias retoma toda su fiereza y resulta incómodo, a veces arriesgado, cruzar el tramo que comunica con el inicio de la rústica carretera, habilitada en 1945. Los comunitarios saben que esa es la mayor deuda que tiene la clase política con ellos, pues nadie ha tomado su carretera en serio.
Esta comunidad está situada a 5.1 kilómetros del centro de Ocoa, distancia que puede recorrerse en unos 12 minutos.
Un camino que, aunque accidentado, no deja de presentar el encanto proveniente del verdor de la madre naturaleza, junto al cantar de la gran diversidad de aves que merodean por la zona, comenzando en el mismo río Ocoa. El nombre de esta comunidad está ligado a la planta que produce una especie de uvas. Paradójicamente, la comunidad no produce cantidades conocidas de este delicioso fruto, aunque algunos afirman que en tiempos remotos eran abundantes.
Destino rural
Parra es la perfecta comunidad rural de la República Dominicana. Aunque la modernidad ha llegado ya a muchos hogares, la mayoría de sus habitantes sigue viviendo en casas tradicionales de cinc y madera, y son comunes las cocinitas llenas de humo, tanto por el carbón como por la leña que allí se consume, para cocinar los alimentos. En Parra son especialistas en cocinar un suculento moro de guandules, acompañado de pollo guisado. Además, se enorgullecen de la calidad de sus dulces, sobre todo el de coco y el de naranja, aunque en años recientes la producción de estos ha mermado considerablemente.
Allí seguimos encontrando conucos sembrados de víveres y con notoria presencia de aves de corral y cerdos. Es imposible para el visitante no admirar la armonía entre el hombre y la naturaleza. Desde 1945 esta comunidad aloja el acueducto de Ocoa y produce el agua que corre por sus tuberías. El Arroyo de Parra es su fuente de alimentación. El mismo, golpeado por la excesiva actividad agrícola y el descuido acumulado, a veces se encuentra en preocupante estado de sequía que redunda negativamente en la cotidianidad de los ocoeños. No parece existir plena conciencia de la importancia de su preservación, y año tras año, aunque sea por pocas semanas, la sequía dice presente y el arroyo languidece. Parte de la culpa la tiene la excesiva explotación de sus recursos naturales, pues en Parra abundan árboles de madera preciosa, codiciados por cazadores de fortunas.
La producción agrícola
Gran parte de los habitantes de este poblado son agricultores de avanzada edad, quienes conservan la tradición de siembras de yuca, batata, maíz, guandules y habichuelas; diversos frutales y otros rubros agrícolas. Pero actualmente, los parreros se van inclinando por el denominado oro verde, el aguacate, pues su comercialización se ha convertido en fuente de riqueza para muchos ocoeños.
Salto de Parra
Aguas arriba encontramos el balneario más conocido por los ocoeños de antaño, el denominado Salto de Parra. La baja temperatura de sus aguas lo convierte en un destino obligatorio para quienes buscan refrescarse, en temporadas de calor. A pesar de ser conocido desde hace muchas décadas, nunca ha sido apropiadamente acondicionado y la sedimentación convierte parte del balneario en un peligro para los bañistas. En varias ocasiones han sido presentados proyectos para su acondicionamiento, pero se han quedado en intenciones. Aún así, los ocoeños no pierden la oportunidad de visitarlo, bañarse a sus anchas y pasar el día cocinando y compartiendo animadamente.
La Cueva de los Indios
Así le llaman a una misteriosa gruta subterránea que recorre varios kilómetros y lleva desde Parra hasta El Naranjal. Es estrecha y oscura, poblada de murciélagos y perfecto escondite para culebras y roedores. Muchos amantes de las aventuras han entrado y experimentado el confuso sentimiento de estar en terreno desconocido e inseguro. Alrededor de esta cueva se tejen leyendas sobre nuestros habitantes originarios, lo cual motivó su nombre.
La historia
Aunque algunos investigadores sostienen la razonable teoría de que Parra fue fundada con reductos de los manieles ocoeños, documentos de la comunidad ubican su fundación en 1850, cuando varias familias migraron desde Barahona, San Juan y San Cristóbal a lomo de mulo, burro y caballo. Son mencionadas las familias Mateo, Ciprián y Beltré. Los primeros pobladores vestían con ropas de macaria, provenientes de sacos de harina; utilizaban calzados de yaguas y cueros de animales. Además, eran sabios en la aplicación de medicinas naturales y existían varias comadronas que se encargaban de traer a los neonatos al mundo. Tal era el caso de Candita, comadrona que tenía la única casa con piso de tablas, en momentos en que las viviendas comunitarias poseían pisos de tierra y eran construidas de yaguas, canas, palos y tejamanil.
Racimos de profesionales
En Parra se han parido profesionales por racimos. Sus habitantes han encontrado dos formas de progresar: el trabajo y el estudio. Son muchos los profesores, abogados y médicos nacidos y criados en este lugar; vencedores de las tribulaciones que acompañan a la pobreza; caminantes eternos, obligados a transitar hacia el poblado de Ocoa para educarse, para subsistir y para salir adelante. Hoy el mayor orgullo de Parra radica en su producción de destacados profesionales, útiles, trabajadores y comprometidos con su comunidad.
Mujeres confiables
Gran parte de las empleadas domésticas de confianza en Ocoa nacieron en Parra. La buena reputación de estas mujeres se expandió como pólvora en el siglo pasado y todavía persiste entre las familias ocoeñas. Aunque las nuevas generaciones se van alejando de los oficios del hogar y se concentran en su superación personal, todavía hay demanda para reclutar empleadas domésticas de Parra, consideradas como honestas, trabajadoras y confiables, atributos ampliamente apreciados a la hora de abrir las puertas de la casa a una extraña.
Las guanduleras
Mención aparte merece el grupo de guanduleras, quienes diariamente visitan el pueblo de Ocoa con sus latas en la cabeza, vendiendo guandules para la comida del día. El pregón de Marcia, Cristiana, Fina, Iris y sus otras compañeras es inconfundible; muchas veces son ellas los relojes despertadores del pueblo. Su accionar ha inspirado más de una producción artística, pues el nivel de sacrificio de estas mujeres es símbolo de honestidad y entrega al trabajo. Es una muestra de supervivencia con dignidad.
Las necesidades
Aparte de la carretera ya mencionada, algunos comunitarios reclaman la intervención estatal para mejorar el acceso a los servicios de salud, muy necesarios para su creciente población. La juventud también necesita estímulos y clama por buenas instalaciones deportivas y más oportunidades de estudios en la misma comunidad. Aunque este terruño se conoce por la tenacidad de su gente, muchos jóvenes se están desviando del buen camino ante la carencia de oportunidades visibles de progreso, situación que preocupa a algunos sectores. Esto en razón de que si la juventud de Parra pierde la mística de progreso y superación de sus ancestros, habrá perdido su más valioso atributo.
Fuente: Listin Diario
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