Los tiempos han cambiado. El afán de vendernos elaborados héroes sociales, utilizando trucos publicitarios, ya no genera los resultados de antes. Un activo ente social complicado, como es esta generación Centennial; más el desengaño acumulado de los adultos y los más viejitos, se la ha puesto difícil a los chapulines que quieren darnos su jarabe por boca y nariz.
Se agotó el modelo de abrazar viejitas para las fotos, o de pretender méritos dando fundas que no provienen de sus bolsillos. Este tiempo precisa de gente real, con serio compromiso social y un conocimiento cercano de las necesidades y deseos del pueblo. Es decir, como si fuera marketing, pero de tierra adentro. El modelo Bukele responde a esta realidad. Pero no hay que ir tan lejos; el gobernante dominicano, Luis Abinader, ha puesto de moda un estilo cercano, ha dejado atrás la época de los intocables y de paso le cierra las puertas a quienes se desvían o parecen desviarse de su compromiso con el pueblo y la debida honestidad en sus funciones. Todo esto sin tomar en cuenta lo bonito que hablen o lo políticos que sean. Bajo el nuevo modelo, van quedando rezagados los políticos que crecieron bajo el sistema de la palabra vacía, la compra de poder y la impunidad. Esta realidad favorece a la gente común; se van cayendo los altares y el pueblo se va empoderando gradualmente. Si seguimos el ritmo, pronto el ejemplo dominicano servirá de referencia democrática. Tenemos una nueva clase política, diseminada por el abultado y parasitario arcoiris de partidos políticos; esta nueva clase tendrá a su cargo la transformación y el saneamiento de los partidos. No importa a cuál partido pertenezca cualquier actor político; o se pone a tono con estos tiempos… o estos tiempos le «pasarán el rolo».
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