Según Platón, la política es el arte de gobernar a los hombres con su consentimiento. Basados en la definición de Platón y el contexto político que nos encontramos, autorizamos, damos permiso, permitimos que una persona en particular nos gobierne, tanto gobierno central, presidente, como gobierno local, alcaldes y en caso de los legisladores, que nos representen. En una democracia, como la de República Dominicana, no hay forma alguna que alguien gobierne sin el consentimiento de la mayoría. En los últimos procesos electorales esa mayoría no representa el total de los dominicanos por la abstención que va en aumento en cada proceso. Un ejemplo de esto es que el presidente Luis Abinader obtuvo el 52.52% correspondiente a 2,154,866 de los votos. Es decir, tenemos un presidente elegido por menos del 30% de la población dominicana. La degradación de la actividad política y sus actores son de los principales factores que han provocado el descontento de la población provocando que cada día menos personas acudan a las urnas a elegir.
Culpa de los partidos políticos quienes en el afán de adquirir financiamiento abren espacios a personas cuyo único capital político es tener dinero. Dinero para comprar la voluntad popular, ganar adeptos, utilizando la misera creada por las desigualdades sociales que arropan nuestros pueblos y ofreciendo migajas efímeras para saciar el hambre de años. Culpa por aceptar dinero de personas que no pueden justificar de donde provienen y que los partidos una vez llegan al gobierno pagan insertando delincuentes que roban la educación, la seguridad, la salud, los alimentos del pueblo con sus actos de corrupción, ya que quien invierte dinero busca la forma de recuperar su inversión. En política solo se recuperan millones invertidos en campaña delinquiendo porque no existe una posición como servidor público que permita generar ingresos cuyo retorno cubra la millonaria inversión que la política actual necesita para ganar una candidatura a lo interno de los partidos y a posterior ser presidente, legislador, alcalde, regidor y otros…
Culpa de los legisladores que crearon una ley de partidos que no impide que delincuentes participen den torneos electorales y que con dinero mal habido logran alcanzar lugares de tomas de decisiones las cuales, en la mayoría de los casos, van a favor de sí mismos. La ley núm. 33-18, de Partidos, Agrupaciones y Movimientos Políticos. G establece en el artículo 25.- Prohibiciones. Se prohíbe a los partidos, agrupaciones y movimientos políticos numeral 5: Favorecer o privilegiar a determinados candidatos internos con informaciones, apoyo económico o de cualquier otra naturaleza en detrimento de los derechos de otro u otros candidatos de la misma organización política. Siendo este el espacio de la ley donde se le prohíbe a los partidos favorecer una persona de otras, deja espacio para que no haya un régimen de consecuencia por abrir espacios para que, quienes van en detrimento de la sociedad, acceda a espacios destinados para personas cuyo interés principal es del desarrollo de los pueblos.
Culpa de la ciudadanía solo se levanta a votar cuando ya se le ha pagado para ello. Gente que, aún sabiendo que quien ha comprado su voto no tiene planes de mejorar su calidad de vida emite un voto favorable. Culpa de los ciudadanos que usan los días de elecciones para cobrarle a los políticos todo lo que le han hecho. Solo que lo hacen esperando ser remunerados y no cerrándole las puertas para que la persona correcta ocupe la posición correcta e impacte las vidas del país y sus demarcaciones.
Para adecentar la política es necesario que todos los actores que confluyen ella den un grito de mea culpa, mea culpa, mea máxima culpa y al reconocer sus responsabilidades en este desorden que se ha convertido la política se abra paso a la transformación necesaria que nuestros pueblos necesitan.
El politólogo David Easton definió la política como la asignación autorizada de valores. Según Easton, en un sistema político, las personas interactúan para elevar ciertos valores por encima de otros. Hacemos de las cosas una prioridad a escala nacional con la expectativa de proteger o lograr esos valores. Por tanto, los valores que se defienden dentro de un sistema político se convierten en los valores definitivos de una sociedad. Cuando una persona va a las urnas y vota por un presidente, está expresando su favor, no con una persona, sino con el conjunto de valores que esa persona representa. Si en una demarcación quienes hacen vida política no coinciden con los valores que demanda la sociedad, entonces que las personas que sí cumplen, que le huyen a participar en los procesos políticos formen parte. Si no participan los que sí saben lo que es favorable para los pueblos y que puedan tomar decisiones que beneficien la presente y futuras generaciones seguiremos sin cambio alguno. Es esperanzador cuando vemos jóvenes que pasan de las críticas a la participación, luego a la toma de decisiones y posteriormente a las acciones.
Que este sea un ejercicio para reconocer donde hemos fallado y a partir de ahí no cometer los mismos errores que avergüenzan constantemente cuando salen a relucir casos de nuestros representantes ligados al narcotráfico, corrupción, abusos sexuales. La República Dominicana es un país que merece más de sus políticos. Solo falta la cultura política y sabiduría para discernir que es lo que merecemos y a partir de ahí poder elegir las personas que se encargarán de encaminar el país, finalmente, por la senda del desarrollo y la transformación de la calidad de vida de los dominicanos.
Comentarios...