En estos tiempos, en que tanta gente anhela hacerse parte de los beneficiarios de la Santa Señora del Manejo, este titular podría levantar grandes expectativas y resultar altamente esperanzador. Fanático, como soy, del optimismo desbordante, lamento que no se trate de eso. Más bien se trata de una reflexión, fruto de algunas peticiones y esperanzas de las que he sido testigo.
Siendo el trabajo la fuente bíblica para los ingresos del hombre y ante la presencia de una nueva política de Estado, que no parece querer nada con las tradicionales “botellas”, es decir, gente cobrando sin trabajar, quien aspire a su colocación pública o privada, debe priorizar su preparación, para ejercer funciones que ameritan una paga. El Estado comienza a luchar contra el parasitismo; el sector privado, siempre lo ha repudiado.
Hay quienes tienen la suerte, dicha, bendición o tenacidad, para lograr un nivel apropiado de preparación superior. Asisten a universidades, se gradúan y tienen mayores posibilidades de enrolarse en los trenes productivos tradicionales. Otros no tienen la misma suerte, pero lo hacen de manera informal y aprenden oficios y ocupaciones técnicas, que les capacitan también para desempeñarse en el plano laboral y ganarse el sustento.
Entre estos dos existe un renglón especial: los autodidactas por convicción. Se trata de gente que no se ata las manos y se capacita tanto en lo formal como en lo informal. Aprenden todo lo que pueden, utilizando cualquier recurso formal o informal, y con esto logran mayores posibilidades de colocación y supervivencia en una sociedad que aspira a ser realmente productiva.
Es el caso de mi primo Pedro Blanco, maestro y locutor, pero autodidacta por convicción. La última vez que hablamos, me dio algunas pinceladas sobre los cultivos hidropónicos, tratando de incentivarme a hacer productivo el techo de mi casa. Pedro se la pasa aprendiendo por cualquier vía posible y eso le abre un campo infinito de oportunidades en la vida. Así mucha gente, que no se limita y aprende, tanto por el placer estético de aprender, como por las oportunidades que brinda el aprendizaje constante.
Inmerso, como estoy, en actividades de capacitación técnica y enseñanza de habilidades blandas, creo prudente incentivar a la gente a capacitarse, por la vía que considere más expedita. Las oportunidades, en países como el nuestro, son calvas. Esta alopecia hace más apetecible un buen empleo o una oportunidad de ganar dinero de manera circunstancial; la tendencia actual parece indicar que tendrán preferencia, quienes demuestren mayores habilidades. Ya la pava no pone donde ponía y mientras menos preparación tiene una persona, menos oportunidades tendrá para pelear su sustento o para alcanzar otros niveles de vida.
Tal vez el título del artículo no debió ser ese. Quizás volteándolo y poniéndole emoción, quede mejor: “Para cobrar, ¡prepárese!”. De todos modos, creo que ahora el mensaje está claro.
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