Jorge Feliz Pacheco
El 15 de diciembre del 1973, Juan Bosch y un grupo de talentosos jóvenes formaron el Partido de la Liberación Dominicana. El propósito fundamental del nuevo partido era completar la obra patriótica que iniciaron los Trinitarios y los Restauradores, de tener una patria llena de justicia social, donde impere el respeto a la dignidad humana.
Desde su fundación el PLD se ha caracterizado por ser un partido unido por las ideas, unido por la acción política y por un proyecto de país. La unidad ha sido la clave para alcanzar el poder y mantenerse dirigiendo el Estado dominicano. Esto es posible porque el Partido de la Liberación Dominicana, se rige por el centralismo democrático, lo que significa que durante la discusión de algún tema, hecha en un clima de orden y gran respeto, al momento de ser escogida una idea o propuesta, todos sus militantes están en la obligación de respaldar la decisión que tomó la mayoría. Podríamos decir que en los últimos procesos electorales, los miembros del Comité Político han dado muestra de madurez, entendiendo y poniendo en práctica, la máxima política que dice: «en todos los ejércitos, la unidad de voluntades y de pensamientos es lo que asegura siempre la victoria sobre los adversarios».
Es por esto que, si analizamos el espectro político, a pesar de los inconvenientes que se han venido dando después de la masificación del PLD; escándalos de corrupción, grupismos, prácticas clientelares, pugnas internas en todos los niveles, diferencias irreconciliables, reservas e imposiciones de candidaturas, etc., nos damos cuenta que en estos momentos es el único partido real que tiene el país, contando con una estructura única capaz de generar políticas públicas en favor de los dominicanos.
Durante las últimas décadas del siglo XX, tres grandes líderes; Juan Bosch, Joaquín Balaguer y José Francisco Peña Gómez, en sus tres respetivos partidos políticos, encabezaron luchas ideológicas con un alto contenido político e histórico. Sus liderazgos trascendieron tanto que hubo quienes dedicaron sus vidas, movidos por la inquina, el odio, la mala fe y la envidia, a tratar de dañarles sus reputaciones. En la actualidad, sus discípulos los mencionan en emotivos discursos en disertaciones públicas, sus rostros están presentes en grandes afiches en las manifestaciones de masa, y se mantienen como los referentes morales a seguir de las nuevas generaciones de jóvenes políticos.
Lamentablemente para la democracia dominicana, de esos tres grandes partidos del siglo XX, hay dos que por estar inmersos en eternas pugnas a lo interno de sus filas, se han disminuido y ya no son opción de poder. El PRSC y el PRD, se han convertido en partidos mediáticos y satélites, que se añaden a proyectos presidenciales a partir de los intereses personales de la cúpula que los dirige en el momento, funcionando prácticamente como compañías de compra y venta.
Si visualizamos el caso del PRM, la fuerza mayoritaria más joven del escenario político fruto de la última gran división del PRD, vemos que tiene grandes contradicciones; la primera es su propio nombre, este partido ni es partido, ni es revolucionario, pero mucho menos es moderno. Es una masa dirigida por cuadros conocidos y desgastados, con los mismos vicios y mañas de los partidos tradicionales. Por sus actuaciones el PRM demuestra que carece de vocación de poder, está lejos de convertirse en una alternativa real para el electorado dominicano y posee dos liderazgos que no saben cohabitar en un mismo espacio. Aunque tenemos que reconocer que tienen una juventud pujante que están haciendo una buena labor en los ayuntamientos y el Congreso Nacional.
Por otro lado, tenemos los partidos emergentes o pequeños como se hacen llamar, estos sirven de plataforma para sus eternos aspirantes presidenciales que «coincidencialmente» presiden estos partidos desde fundados. Familiares y allegados ocupan las posiciones más importantes, siendo eescogidos con métodos pocos democráticos, replicando todos los defectos de los partidos mayoritarios. Además, al igual que el PRD y PRSC, son partidos que realizan alianzas coyunturales a partir de la conveniencia de las cúpulas. Estas alianzas nunca han ido de la mano con un proyecto país o un modelo de gobierno, más bien son realizadas bajo criterios de reparto, cuotas u obtención de cargos públicos como botín de guerra.
La falta de renovación y adecuación de los partidos políticos de la República Dominicana a las nuevas realidades, sumado al deficiente manejo en algunas áreas de la administración pública y al enriquecimiento exorbitante de algunos políticos de todos los partidos producto de la corrupción, han afectado la credibilidad de la clase política del país. Por eso se ha puesto en manifiesto un malestar generalizado en nuestra sociedad que ha derivado en un desencanto frente al sistema de partidos políticos llegando a niveles tales, donde una gran parte de la población percibe que los partidos políticos solamente recurren a ellos en los procesos electorales, esto obviamente encarece la política ya que se fomenta el clientelismo, pero es un tema que tocaremos en otro escrito.
A pesar del notable desencanto de la población, hay una tendencia por parte de los actores políticos para seguir utilizando los mismos métodos y prácticas persuasivas de épocas del pasado, cuando las expectativas, los pensamientos y los deseos que mueven al dominicano de esta época son otros. Hoy en día los ciudadanos son más educados, más informados, con mayor criterio y exigencias, que aspiran a soluciones concretas de los problemas nacionales. El acceso a internet, y la nueva democracia directa que tenemos a través de los medios de comunicación y las redes sociales, han impactado de manera directa en el quehacer político dominicano, sin dudas, podemos afirmar, que la creciente complejidad de los problemas públicos requieren cada vez más de la profesionalización y actualización de la clase política dominicana.
Expuesto esto, aún con el desgaste por el ejercicio de gobierno de tres periodos presidenciales consecutivos, el PLD es el único de los tres partidos históricos que aún está de pie. Hace unos años leí que Juan Bosch definió al PLD como un «Partido Único en América», al día de hoy el PLD se ha convertido en Partido Único, pero de la República Dominicana. Por eso entiendo que bajo el liderazgo actual del PLD, está la responsabilidad de mantenerse unidos a pesar de las diferencias internas. De pensar más en el instrumento, en vez de pensar tanto en elecciones y en amarres cada 4 años. El PLD, no es un patrimonio exclusivo de los peledeístas organizados, es una fuerza histórica basada en el sistema democrático, con claras responsabilidades con el presente y futuro de nuestro país. Hoy más que nunca, los partidos progresistas como el PLD, deben promover una gestión de causas ciudadanas, y hacer de la agenda social y la agenda del partido, una agenda de gobierno.
Es vital para la República Dominicana la unidad de PLD, porque si se divide abruptamente, entraríamos en un proceso de colapso total de la democracia sin partidos políticos. Invito al PLD y a los demás partidos del sistema, a preservarse y renovarse de cara al futuro, a dar paso a nuevas ideas, a combinar experiencia y juventud. Todos tenemos que esforzarnos para que la palabra político no sea sinónimo de corrupción, clientelismo, impunidad y arrogancia. Más bien volver a la esencia, y que sea sinónimo de ideas, dignidad, servicio, transparencia y humildad. Cuanto antes las cúpulas partidarias deben de abrir las puertas al siglo XXI, renovándose con nuevos cuadros que tengan como norte servirle a la nación. Las élites de los partidos deben de entender que el mejor legado que nos pueden dejar es una Ley de Partidos Políticos y del Régimen Electoral, adaptadas a los nuevos tiempos, donde se genere un clima de igualdad para competir, y florezcan las ideas debatiendo con altura los retos futuros de la patria de Duarte, Sánchez y Mella.
Miremos los países donde ha calado la antipolítica, que no son más que discursos vacíos, llenos de odio, cargados de populismo. En estos tiempos llegarán a cada momento demagogos sin medidas, aventureros irresponsables, profetas de falsos paraísos que se aprovechan de la justa indignación del pueblo. Estemos pendientes, no tardan en llegar a la República Dominicana…
No se trata de ganar elecciones se trata de ganarse el corazón de la gente.
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