Se ha tratado de metodizar excesivamente la práctica del emprendimiento. El éxito de los innovadores de Silicon Valley y los emprendedores digitales posteriores, trajo como resultado interesadas pretensiones académicas, por parte de estudiosos de su éxito y se regó como pólvora la idea de que el éxito en esos emprendimientos, obedeció a reglas predeterminadas.
Es decir, que ciertas normas de comportamiento, plasmables en papel y trazables como mapa del tesoro, son claves para crear nuevas empresas exitosas. Tal vez lo sean para pequeñas empresas y emprendimientos rutinarios, pero no para materializar grandes sueños.
Esa idea de estandarizar el éxito en los emprendimientos, se parece mucho a la fiebre de gran parte del siglo pasado, que trajo a gran cantidad de gurús vendiendo libros con fórmulas para el lector hacerse rico, mientras los autores ocultaban al mundo su pobreza. Su esperanza era que esos libros se vendieran lo suficiente, para entonces ellos hacerse ricos con esos ingresos. O como el que te brinda consejos para obtener tu visa, pero a él en el consulado lo rechazan una y otra vez.
Es que un buen emprendedor es un atrevido, no un seguidor de propaganda ni de lo ya establecido. La primera condición para poder arroparse con el impermeable del emprendedor, es tener una visión desafiante a los cánones establecidos; se trata de un sueño cercano al delirio, pero con los pies sobre la tierra. Una visión que lleve al soñador a ver puentes, donde otros ven obstáculos.
Me da gusto ver como surgen emprendedores en Ocoa. Plasman ideas y diseños mentales y comienzan a trabajar contra viento y marea, contra expectativas y sin depender de consejeros que nunca han construido nada grande. Ciertamente son apreciables los comentarios de estímulo, pero la opinión es una veleta y un proyecto no puede sustentarse en esta.
Existen pasos fundamentales para abrir empresas y diseñar proyectos. También existen mecanismos de planificación, organización, dirección y control, que sirven como herramientas para la creación y manejo de PyMES. Pero el gran emprendimiento con visión que cambia al mundo, trasciende a la metodología rígida y es hermano del sueño y de la pasión.
Hoy que transitamos por caminos de desarrollo de nuestro turismo, necesitamos la integración de más innovadores. Una tarea pendiente para los rectores del desarrollo turístico, es trabajar arduamente en el incentivo de la innovación y el pensamiento emprendedor y creativo. No me refiero a teorizar sobre el tema, me refiero a estimular la incursión de proyectos creativos en nuestra oferta turística.
Hoy todo el mundo conoce algo de Disney World y los demás parques temáticos derivados de este. Aunque el mundo ha cambiado, nada ha podido opacar esa visión de un joven emprendedor, que trabajó de manera creativa para desarrollar su potencial. Me refiero a Walt Disney.
Su desbordante entusiasmo, bien canalizado, lo llevó a convertirse en un exitoso innovador en el mundo del cine y del entretenimiento para niños y su principal aliado fue siempre su ratón, Mickey Mouse. ¿Quién lo diría? ¡Transitar el camino del éxito de la mano de un ratón! Disney es el productor de cine con más premios Oscar acumulados (22) y su visión creó un imperio turístico de dimensiones extraordinarias.
Vivimos en un buen momento para incentivar los emprendimientos no convencionales. Después de todo, si queremos seguir avanzando debemos mantenernos innovando. Hay que buscar herramientas para incentivar a los emprendedores; ellos llevarán sobre sus hombros, el desafiante crecimiento de nuestra pujante actividad turística.
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