Como es sabido, dentro de la tradición cristiana la Semana Santa es la conmemoración anual de la Pasión de Cristo, la cual inicia con su entrada a Jerusalén, pasando por la última cena, el viacrucis, la muerte y la resurrección; es igualmente conocida como la Semana Mayor que inicia con el Domingo de Ramos y culmina con el Domingo de Resurrección. Con ésta el mundo cristiano conmemora el Triduo Pascual, esto es, los momentos de la pasión, muerte y resurrección.
El hombre que apenas el domingo antes había sido recibido con vítores y aplausos y aclamado como el Salvador del mundo va a probar el acíbar de la crucifixión el viernes siguiente, luego de ser humillado y negado incluso por algunos de los que decían ser sus discípulos y sus seguidores.
En ese camino doloroso del Mesías hacia el Gólgota, desde el momento mismo en que es condenado a muerte y carga la cruz hacia el calvario, va a caer en tres ocasiones y a pesar del dolor se repuso hasta llegar al lugar de destino donde va a morir luego de ejecutada la “sentencia” del Sanedrín.
Pero ese Jesús que es condenado a muerte y que es finalmente crucificado desafortunadamente lo sigue siendo a diario por Judas contemporáneos que clavan el bisturí de la traición en la herida sangrante de la lealtad.
Ese acontecimiento -claro está- para el mundo de los creyentes, debe llevarnos a reflexionar de manera permanente desde una perspectiva práctica, que se ponga en evidencia a diario y nos lance a ser mejores personas y a saber que así como cayó Jesús con la cruz a cuestas en el camino al calvario, igualmente podemos caer y caemos cada día en nuestro discurrir en este mundo terrenal, pero que así como Jesús se levantó debemos levantarnos nosotros y continuar nuestro peregrinar hacia la sana convivencia.
Sin embargo, los enfrentamientos bélicos entre las naciones, las permanentes manifestaciones de violencia que se escenifican en diferentes puntos del mundo y del país y las agresiones entre particulares nos hacen pensar que es mucho el camino que nos falta por recorrer para llegar a ese estadio de confraternidad colectiva que debemos construir para vivir en un mundo libre de violencia en el sentido amplio de la palabra. Que esta Semana Santa nos ayude a empezar a reflexionar en esa dirección.
El autor es juez titular de la Segunda Sala del Tribunal de Ejecución de la Pena del Departamento Judicial de San Cristóbal, con sede en el Distrito Judicial de Peravia.
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