Vivir en medio de la turbulencia proporciona argumentos e impulsos suficientes para ceder en las convicciones. Como la denominada Semana Santa tiene varios días corridos de vacaciones, es utilizada como una semana para la realización de actividades de turismo interno y en muchos casos de grandes celebraciones. Entre la playa y el «jangueo», muchos olvidan lo que se conmemora.
Aunque la designación de la Semana Santa la determina una religión, lo cierto es que el hecho conmemorado toca a toda la humanidad; por esta razón se ha asumido la ocasión de manera global para recordar la pasión y muerte de Jesucristo, el hijo de Dios.
No vengo a plantear posiciones religiosas; ni siquiera a pronunciarme en contra de aprovechar la ocasión para vacacionar en familia. Lo que sí quiero recordar a los lectores es que no se está celebrando nada, se está conmemorando un hecho histórico que marcó al mundo y definió la única vía de salvación del ser humano.
Es propicio el feriado para dedicar tiempo a meditar sobre el sacrificio de Jesús y sobre su ejemplo de extrema humildad, narrado en diversos libros bíblicos. Es apropiada una introspección para saber si estamos viviendo de acuerdo al amor predicado por Cristo, o si somos víctimas de las tendencias humanas que hacen a la gente cada vez más frívola y divorciada de su prójimo.
En este feriado, meditemos sobre Jesús.
Espero verlos de nuevo a todos, sanos y salvos.
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