No importan los orígenes del líder. Si se deja seducir por el culto a la personalidad pierde toda legitimidad, pues el liderazgo siempre tiene que ver con la gente; primero con los demás, luego con uno mismo. Incluso los líderes autocráticos exitosos saben que es así y utilizan argucias para que la gente los apoye. Pero esta enfermedad psicológica llamada «culto a la personalidad» la cual afecta tanto al líder como a sus más cercanos seguidores, quita lo humano y crea a la deidad, al ídolo… al ser supremo que tuvo el privilegio de levantarse, a pesar de nacer en condiciones adversas. Después cree haber venido al mundo, con una pepita de oro oculta en su sagrada masa corporal.
Se desarrolla de manera paralela con la propaganda lavacerebros. Viene acompañada de motes exagerados, amigos de aquellos usados por Trujillo, como: «Benefactor de la Patria» y «Padre de la Patria Nueva». En algunos casos con exageraciones extremas como la de Amin, en Uganda: «Señor de todas las bestias, de la tierra, de los peces del mar y conquistador del Imperio Británico». Y muchas pendejadas más, que a los humanos les agradan. Todos los que hemos participado en política de manera activa, conocemos eso. Es una gran debilidad de una parte importante del liderazgo nacional.
En Santiago de los Caballeros, mi querido amigo el Dr. Oscar Gobaira (q. e. g. e.) se mofaba de todas estas estupideces. Mientras compartíamos algunos traguitos, transmitía su experiencia entre frases sabias y algunas groserías. Paradojas de la vida: hoy la principal instalación deportiva de Santiago lleva su nombre, a pesar de su teoría de que Balaguer, el Rey (cualquiera que sea), el Papa y cualquier otro ídolo andante, todos llegaban a viejos y necesitaban ayuda para cambiar sus pañales desechables. Cuando hacía estos señalamientos, ya Gobaira estaba en las postrimerías de su vida terrenal y sabía muy bien los achaques que vienen con la vejez, los que dejan al descubierto que los dioses terrenales no existen. Así pensaba ese hombre, cuya juventud la vivió acosado por hermosas féminas, lleno de gloria y halagos, siendo exaltado al Pabellón de la Fama del Deporte Dominicano por sus grandes hazañas en el baloncesto.
Casi medio artículo se convierte en preámbulo, para señalar una observación inquietante: en décadas de lucha y búsqueda de desarrollo para Ocoa, el culto a la personalidad ha sido y sigue siendo el principal escollo en el logro de metas comunes. Este diablillo seductor se convierte en el principal bloqueo al verdadero trabajo en equipo, que permita el desarrollo de áreas en las que aramos por separado, cuando tendríamos que hacerlo juntos.
Esa seductora búsqueda de la gloria personal y en algunos casos institucional; ese anhelo de ser mencionados y reconocidos cada vez que suena una lata… ese sentirse mal si el prójimo destaca… el no reconocer los aportes de los demás; ese niño interior traumado que no sana y que exige atención, más atención y mucha más atención. Ahí radica la causa principal de que no se logren cosas importantes, de manera colectiva. Cuando se han podido lograr grandes cosas, se han puesto de lado los egos. Todos reciben sus moderadas raciones de reconocimiento, o todos las sacrifican, lo cual es más saludable.
En Ocoa hay grandes causas que esperan por el trabajo en equipo: el ecoturismo, las carreteras, las naves industriales para beneficio masivo, la agricultura para la subsistencia, las extensiones universitarias… en fin, las gestiones de desarrollo de toda la comunidad. Pero si la mayoría de la gente influyente y las instituciones siguen la tradición de «dejar su impronta» (en esta generación, que no se come esos cuentos antiguos) con el tiempo nos vamos a llenar de dioses que habitaron entre nosotros, los simples mortales. Incluso algunos importados, provenientes de allende los mares, con hablar complicado y oscuros manejos. Tal vez hasta les hagan bustos o estatuas en el parque Libertad y les pongan sus vistosos arreglos florales, cuando el presupuesto lo permita. Pero sus débiles huellas serán arrasadas por el huracán de la realidad.
Solamente el trabajo en equipo logrará grandes resultados. Sin egoísmos, sin boicotear a quienes trabajan… sin manejos que busquen descalificar ni tacañería en el halago sincero. Al final, la grandeza proviene de Dios. Del único Dios.
«Clama a mí, y yo te responderé, y te enseñaré cosas grandes y ocultas que tú no conoces».
Jeremías 33:3
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