El gobierno de la República Dominicana encabezado por Luis Abinader, se plantea hacer eficiente la gerencia de las misiones diplomáticas o las Embajadas, un primer paso ha sido la cancelación de cientos de “botellas”, en las que no son todos las que están, ni están todos los que son, pero al margen de esa consideración muchos se preguntan, qué hacen estas misiones diplomáticas.
Cientos de libros abordan estos temas desde el Derecho internacional y en particular la convención de Viena, en su art 3 plantea: representan al Estado acreditante ante el Estado receptor; protegen los intereses del Estado acreditante y sus nacionales; negocian con el Gobierno del Estado receptor sobre la evolución de los acontecimientos en el Estado receptor; fomentan las relaciones amistosas, económicas, culturales y científicas entre el Estado acreditante y el receptor.
Desde esta definición se puede colegir que una misión diplomática es el órgano de trabajo de un Estado en las relaciones internacionales con otras naciones. Este punto de vista implica que el gobierno resulta una figura transitoria y sometido a la lógica de continuidad de Estado, sobre todo, en las relaciones bilaterales.
La misión está compuesta por funcionarios en los cuales descansa la operatividad de las relaciones de dos Estados. Son ellos los que fomentan el intercambio comercial, deportivo, cultural y científicos, son quienes montan ferias, exposiciones y participan en eventos turísticos, son quienes asumen los problemas que le son pertinente para los nacionales residentes o visitantes al país receptor.
En términos funcionales resulta inapropiado y contraproducente lo que hacen algunos gobiernos, prescindir de manera abrupta de quienes dispones de los vínculos y los nexos necesarios para la gerencia de los trabajos de una misión. Esto explica la pertinencia de la carrera diplomática como alternativa.
Para salvar esas situaciones hay países que acuden a la estrategia de crear un cuerpo diplomático especializado por región, de tal manera que un funcionario se mueve de un país a otro al interior de la misma, con lo cual se garantiza la acertada práctica de la rotación de los diplomáticos.
Un manejo inapropiado de estos aspectos en las relaciones bilaterales, puede generar desconfianza y restar credibilidad, lo que podría repercutir de manera negativa en valiosas metas nacionales. Solo basta considerar como ejemplo, que, en los organismos multilaterales, los votos y el apoyo de los demás Estado, son necesarios para acceder a legítimas aspiraciones de nuestro país.
El autor es politólogo
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