Quien al día de hoy no tome en cuenta que la lucha contra el Covid-19 será constante durante este año y gran parte de 2022, cuando menos, tomará riesgos en cualquier tipo de emprendimiento económico o social.
Nada indica que habrá forma de dominar la pandemia en el resto del año y mucho menos “en los próximos meses” como he escuchado decir a funcionarios públicos que ahora tienen que contar las muertes diarias provocadas por el Covid-19, por decenas y los contagiados por miles.
Y en República Dominicana no se podrá controlar antes porque las personas no toman en serio la necesidad de prevenir el contagio y el gobierno se torna cada vez más permisivo en consentir el funcionamiento de espacios abiertos al público, sin tener capacidad para supervisar y controlar las aglomeraciones.
Aproximadamente el 75 por ciento de los contagiados con el nuevo coronavirus tiene síntomas muy leves o ninguno, por lo que esas personas no se llegan a diagnosticar y registrar, pero se constituyen en una enorme masa circulante que involuntariamente lleva el virus a sus casas, lugares de trabajo y espacios públicos y privados.
Es, figurativamente, una bola de nieve que no esparce frío, sino enfermedad, hospitalización… y eventualmente, muertes.
Los contagiadores
Esa inmensa masa de “contagiadores involuntarios” debe ser objeto de la mayor atención de las autoridades proporcionándoles educación sanitaria elemental: Lavado constante de manos, distanciamiento social apropiado, uso de mascarillas y promoción del teletrabajo en los organismos públicos y en las empresas donde esta modalidad sea factible.
Acción preventiva
Con una acción efectiva dirigida a la previsión del contagio, el país gana parejo, porque mientras estemos contando muertes por decenas y nuevos infectados por miles, el pronóstico no es bueno para nadie.
No es bueno para las familias que ven caer en forma sucesiva a algunos de sus miembros, enfermos y peor muertos, lanzando una estela de dolor y sufrimientos particulares y colectivos.
Tampoco es bueno para el gobierno porque la capacidad de respuesta hospitalaria –pública y privada– es limitada y el costo de recuperar un enfermo es alto y el desgaste del personal médico y paramédico resulta constante y acumulativo.
Peor aun para la economía del país, porque a pesar de los que sueñan con un despegue de las fuentes productivas, comenzando por el turismo por su importancia en el modelo obviamente agonizante en paralelo con el combate al Covid-19, los hechos están demostrando que ante la menor distracción, viene una nueva oleada de contagios y muertes que aleja mucho más el momento de despegue de la economía.
¿Vacunas para cuándo?
Los cálculos del gobierno de que a finales de enero llegaría un lote de vacunas para inmunizar al personal médico y paramédico que a su vez se encargará de aplicar los 20 millones de dosis a la población dominicana, no llegaron.
¿Por qué? Nadie lo sabe porque nadie lo ha explicado y difícilmente se explique.
Lo único que se puede “dar por seguro” es el envío de 542,400 dosis de vacuna AstraZeneca provistas por la Colaboración para un Acceso Equitativo Mundial a las Vacunas contra la COVID-19 (COVAX), mediante el Fondo de Acceso Global para Vacunas Covid-19, promovido por la Organización Mundial de la Salud (OMS).
Si llegaran al final de este mes de febrero como está previsto, con ellas es posible inmunizar a 251,200 personas, siempre que tengan menos de 65 años porque hasta ahora nadie ha podido probar la eficacia de la vacuna de AstraZeneca –que es muy buena factoría de medicamentos químicos- en personas mayores de esa edad, que para su desgracia, es el segmento más vulnerable al Covid-19 y el que acumula más comorbilidades.
Vacunas contratadas
Los otros 18 millones de dosis de vacunas contratados por el gobierno, 10 millones con la misma AstraZeneca y ocho millones con Pfizer, nadie puede predecir cuándo llegarán porque ya es evidente que hay un control desde las potencias de esos insumos para prevenir la propagación de la pandemia en sus territorios, no en el mundo, lo cual es un grave error de ellos.
Pasando balance a lo que en materia de vacunas tenemos hoy en República Dominicana, está claro que lo seguro es que en el primer trimestre se podrá vacunar a 250,000 personas con la alianza COVAX, que por lo visto debe ser el personal hospitalario y de laboratorios clínicos, tanto público como privado.
Los contratos firmados por el gobierno con AstraZeneca para adquirir 10 millones de dosis a cuatro dólares cada una (232 pesos por dosis) y los ocho millones de dosis de Pfizer a 12 dólares cada una (700 pesos por dosis) montan la friolera de 139 millones de dólares, lo que llevado a pesos representan RD$8,062 millones.
Tanto las vacunas como el dinero que se haya pagado, están volando hasta que se vacune la mayoría de la población de la Unión Europea, Gran Bretaña, Estados Unidos, Japón, India y otras naciones que tienen mayor capacidad de maniobra y de control del tráfico de vacunas.
Estamos lejos del control
Si la vacuna es la esperanza para dominar la pandemia, no seáis tonto hermano, aquí estamos lejos de tener un millón de personas con dos dosis y en todo caso sería solo el 10% de la población, probablemente la misma cantidad que ya ha sido infectada con el Covid-19, sépalo o no el Ministerio de Salud.
El panorama
Con ese panorama, nada optimista pero entiendo que muy realista, no se puede pensar en dinamizar la economía del entretenimiento que depende de los visitantes extranjeros.
Eso, definitivamente, va para largo y es muy mala noticia para todos los dominicanos, porque el turismo aporta empleos y tiene poder de compra de alimentos de la agropecuaria, que ahora está ralentizada.
Poner todo el esfuerzo, la mayoría de los recursos y el talento al servicio de frenar el contagio para reducir las muertes y la parálisis parcial del aparato productivo, es el único camino seguro para relanzar la producción y los servicios, porque con gente enferma y contaminándose, no habrá posibilidad de salir adelante.
Cada minuto perdido en esta carrera desafiante del Covid-19, es una tragedia para miles de familias que hoy cuentan muertes por decenas e infectados por millares.
Estoy seguro que República Dominicana será –después de Haití y Cuba- uno de los segundos países que logrará derrotar al coronavirus, al menos, para que no afecte a la mayoría de la población, en un par de años.
¡Cuando pase la tempestad, contaremos las estrellas!
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