Arthur Kavanagh nació sin brazos ni piernas. A pesar de esto, logró aferrarse a sus muñones; aprendió a cabalgar, pescar, dibujar, escribir historias e ir de cacería. Fue un exitoso político irlandés del siglo XIX. Su historia es altamente inspiradora y una muestra del poder de la voluntad y la rebeldía ante la «normalidad».
Un caso parecido en la actualidad, es el de Nick Vujicic, el orador motivacional evangélico que ha conquistado miles de corazones con sus conferencias y libros. A este le faltan sus extremidades.
La grandeza de la humanidad está repleta de historias de personas, que nadan contra la corriente y los vaticinios lógicos. Los términos «enfermo» «discapacitado» y otros tantos, palabras que descalifican y pretenden acondicionar la mente, parecen resbalarles por el cuerpo a estos luchadores. Son un ejemplo maravilloso de la grandeza de los hijos de Dios.
Nuestra sociedad, enferma de pesimismo y de excusas para fracasar, necesita una alta dosis de esta filosofía rebelde. Es innegable la alta incidencia de enfermedades catastróficas y de limitaciones físicas, en gran parte de nuestra población. Se pelea por sanar lo físico, pero se obvia la sanación del alma.
Este 25 se celebra la Navidad, fecha elegida por el hombre para conmemorar el nacimiento del hijo de Dios. La fecha es apropiada para esparcir el mensaje de esperanza, paz y amor que sana y devuelve la vida a los cuerpos y almas. Les dedico mis líneas a quienes pasan por difíciles situaciones de salud y limitaciones físicas.
¡Feliz Navidad! Que la misericordia de Dios les acompañe.
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