Me contaba mi querido amigo Chirrín (E.P.D.) sobre María Gargajo, un personaje al parecer limpio y escrupuloso, que lavaba meticulosamente el cascarón de los huevos antes de romperlos, pero que escupía el aceite de freír a ver si ya estaba caliente. Lo mismo pasa con mucha gente que participa en causas sociales asumiendo un compromiso a medias. Me refiero a gente que levanta consignas y carteles por la paz, pero auspicia la violencia en todos los niveles. También gente que exalta con palabras la lealtad a una causa, pero “brinca la tablita, ya yo la brinqué”. O esos que se abanderan “contra las drogas” pero se benefician del negocio. Son muchos los ejemplos de manejo tambaleante. Firmes en el eslogan pero flojos en las acciones.
Con el medioambiente pasar lo mismo. He sido testigo, al igual que muchos, de la preocupación latente en las venas de San José de Ocoa, debido a los daños que se causan al medioambiente. El más reciente episodio tuvo su origen en un reportaje de www.ocoaenred.com, denunciando atropellos contra la denominada Loma Redonda.
Después de la denuncia, varias organizaciones se manifestaron y se movilizaron, de manera responsable, para llamar la atención y pedir aclaraciones y soluciones. Esa manifestación fue válida y oportuna. Todo lo que es protesta y reclamo social demandando soluciones, es válido y puede desembocar en acciones correctivas. Siempre va a hacer falta gente que denuncie, gente que proteste y gente que actúe.
Pero en términos particulares, persona a persona, la adhesión a las causas es efectiva cuando se asume de manera total, como un compromiso de vida y no como una circunstancia pasajera.
No cooperan con el medioambiente los incendiarios, que producen fuegos urbanos o rurales.
Tampoco quienes tiran las botellas plásticas y basura en cualquier matorral.
No cooperan con el medioambiente quienes auspician y toleran la contaminación sónica (la bulla que caracteriza eventos, vehículos y los motores sin mufflers, solo como ejemplos).
Tampoco quienes son cazadores furtivos, violadores de vedas y restricciones. Si el mundo ha perdido el 70% de su fauna, esto debe corregirse.
No cooperan con el medioambiente quienes convierten en negocio el manejo desordenado de los materiales de construcción, extraídos de los mismos ríos.
Tampoco quienes abusan del uso del agua ni quienes la desperdician.
Los pequeños depredadores que se entremezclan con los protestantes comprometidos, lavan el huevo por fuera con “Omo” pero escupen en el aceite. Hay que agruparse alrededor de las causas, denunciar, protestar cívicamente, luchar por corregir… y de manera individual actuar en pequeño por esas mismas causas.
La construcción de un mundo mejor empieza por los ladrillos que cada uno pueda colocar. Ladrillo a ladrillo, de manera individual y construyendo grandes paredes, de manera colectiva.
Hay que evitar ser como María Gargajo.
Comentarios...