Hace más de dos décadas, metido en fiebre de lectura, tuve la oportunidad de leer “Mis 500 locos”, el libro del Dr. Zaglul. Las descripciones de diversas patologías mentales y los rudimentarios tratamientos para los afectados, con sus devastadoras consecuencias, despertaron en mi simpatía y en algunos casos lástima por las personas que rebasan los límites de la carga mental y terminan refugiados en la locura.
Aparte de esto, creo que en cada familia existen varios enfermos mentales crónicos; es decir que despreciar la locura es una acto de hipocresía. Todos tenemos familiares con alguna patología mental y todos estamos más cerca de la locura de lo que creemos. El proceso es descrito como un hilo que, al romperse, provoca un salto fuera de la normalidad.
Hago este largo preámbulo para dejar claramente establecido, que la inquietud que motiva este artículo nada tiene que ver con desprecio, burla o crueldad. Todo lo contrario. Pero me inquieta sobremanera el fenómeno que ya miramos con naturalidad en nuestro pueblo: el libre albedrío y las acciones delincuenciales de muchos desquiciados por el crack. Si, así como suena.
Con el auge de las drogas y la proliferación de “científicos” locales que mezclan, remueven y convierten, cada vez son más los afectados por una locura alucinante producida por estas mezclas de muerte. Esos enfermos, a pesar de ser dignos de compasión, andan en las calles haciendo de todo: muchos enseñan sus órganos sexuales a niñas y a adultas, insultan, golpean, se hacen pupú y pipí donde quieran; duermen en la vía pública, amenazan, provocan y hasta entran a las casas. Se han convertido en excusas perfectas para que un hombre correcto, protector de su familia, fracase por verse forzado a darles un golpe.
Si, algunos mantienen cierto grado de decencia y no llegan lejos en sus andanzas, pero esos son menos. La mayoría hace lo que describo. Encima de todo esto están los familiares irresponsables, que los dejan deambular a su merced, hacer todo esto y que solo aparecen cuando alguien “abusa” de su pariente enfermo.
¿Qué hacer en Ocoa, la provincia bonita, hospitalaria y turística, con los enfermos del crack?
La interrogante representa un problema, para cientos de hombres y mujeres que se ven amenazados a diario, por el accionar de estos elementos intocables porque alegadamente son locos. Pero peligrosos y potencialmente letales, que viven por y para su droga y que no escatiman esfuerzo alguno, en conseguir dinero para seguir alimentando su vicio.
Dejo la interrogante en el aire. Ojalá alguien la pueda contestar.
¿Qué podemos hacer en Ocoa, con los desquiciados por el consumo del crack?
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