Los emprendedores han tomado las calles. La carencia de oportunidades en países pobres, como el nuestro, pone entre la espada y la pared a jóvenes que se han criado con limitaciones económicas, pero no con limitaciones mentales y han decidido buscar progreso trabajando, con honestidad y entrega.
Son muchos los negocios abiertos por nuestra juventud: tiendas de celulares, talleres de reparación de equipos tecnológicos, salones de belleza, talleres de uñas, negocios de comida rápida, negocios digitales y otros más, abiertos como brecha entre la desesperanza y la confianza en el porvenir.
En medio de esa fiebre, positiva y esperanzadora, es necesario el reforzamiento de la intervención del Estado, como ente organizado. Es urgente e importante incentivar a esos emprendedores, mediante programas de financiamiento y capacitación que les permitan pulirse en lo que hacen. También equiparse y abastecerse de lo necesario, sin asumir grandes compromisos de endeudamiento. Es decir, que les faciliten dinero sin cargarlos de la tradicional presión, generada por altos intereses.
Sé que existen instituciones oficiales que hacen ambas cosas: financiar y capacitar. Pero en esta etapa puede hacerse mejor. El financiamiento a los emprendedores no debe ser fuente significativa de ingresos extra para el Estado. En estos niveles se debe prestar solo para incentivar, no como banco buscando beneficios.
Tal vez hace falta un hilo conductor para ofrecer a nuestros emprendedores ambas cosas en paquete: financiamiento y capacitación. Así se incentiva la especialización y al mismo tiempo la permanencia de estos negocios. Esto favorece también al usuario, en términos de accesibilidad y calidad.
Cada vez que un joven emprendedor triunfa, le quitamos varias víctimas a la pobreza. Le quitamos aliados al narcotráfico y al crimen organizado. El emprendimiento es la vía alternativa para el desarrollo de los pueblos. Alivia la carga al Estado y aumenta la calidad de vida de la gente.
Exhorto a nuestras autoridades, a poner especial atención a los emprendedores ocoeños.
“Con el sudor de tu rostro comerás el pan hasta que vuelvas a la tierra, porque de ella fuiste tomado; pues polvo eres, y al polvo volverás”. Génesis 3:19.
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