Por: Milcíades Mejía
El Maestro Eugenio María de Hostos y de Bonilla, falleció un día como hoy, 11 de agosto de 2003, en la ciudad de Santo Domingo. Al cumplirse 117 años de su fallecimiento, me he motivado escribir estas notas. Para hacerlo he seleccionado el mismo título que el Profesor Juan Bosch escogió para su interesante obra Hostos el Sembrador escrita en 1939, al cumplirse el primer centenario del nacimiento de este ilustre intelectual, nacido en la hermana de isla de Puerto Rico, en Río Cañas, Mayagüez, el 11 de enero de 1839.
Bastante se ha escrito sobre la fecunda obra educativa y los afanes libertarios del Maestro Eugenio María de Hostos. Son muchos los libros, artículos de revistas, de periódicos, simposios, seminarios, conversatorios, todos realizados para analizar su monumental obra.
En esta oportunidad me limitaré a compartir con ustedes algunos fragmentos de los brillantes y sentidos discursos pronunciados por varios intelectuales y educadores dominicanos en el solemne acto de sepultura de insigne educador, acto que tuvo lugar el sábado 12 de agosto de 1903, a las 5:p.m, en el Cementerio de Santo Domingo, efectuado en una atmósfera caracterizada de profunda tristeza y en empapados por una pertinaz llovizna.
El motivo de este artículo es compartir las conmovedoras palabras cargadas de los más puros sentimientos de agradecimientos y gran dosis de gratitud hacia el Maestro fallecido, por la grandeza de su obra y el legado que dejó impreso en el pueblo dominicano y en toda América.
Inicio con lo expresado por Don Federico Henríquez y Carvajal, a quién le cupo la honra de pronunciar un emotivo panegírico, “ ¡La tarde era triste….muy triste!, Llovía. La lluvia caía como lágrimas del cielo. El sol, envuelto en una clámide de nieblas, se hundía en el ocaso como si se extinguiese para siempre. ¡La tarde era triste…muy triste! El silencio reinaba en el cementerio…Mudo, con el mutismo de la Esfinge, el cadáver de fisonomía socrática, yacía en el féretro. Mudo estaba el séquito bajo la pesadumbre del gran duelo. Muda la ciudad doliente. Muda la naturaleza.”
Al final de sus palabras, pronuncio esta frase que todavía retumba en todo nuestro continente. ¡Oh América infeliz! Que solo sabes de tus grandes vivos cuando ya son tus grandes muertos!
Una de sus primera alumnas graduadas de Maestra Normal, en 1887, Luisa Ozema Pellerano Castro, escribió “¡Ha muerto el amado Maestro!, era el alarido de dolor inconforme que se exhalaba de todas las almas. Y mi alma, surgiendo de las sombras de este dolor, se decía a cada instante: ¡Mentira! Es un sueño. El no ha muerto; el no puede morir, porque vive en el espíritu de las generaciones educadas en su apostolado de verdad y amor.”
Y hoy ante la tumba cubierta de flores que guarda tus restos mortales, toma el alma conmovida á repetirme que tú eres inmortal, porque fuiste bueno y sabio, y enseñaste lo que predicabas y viviste lo que predicaste. Por eso tu vida fue perenne ejemplo de altísima enseñanza moral.”
El eminente intelectual dominicano, Francisco Henríquez y Carvajal, también, pronunció una sentidas palabras, “…Es una figura fulgurante, es un faro; es una figura colosal que alza en su diestra una antorcha encendida. Es una estrella que guía. Es todo un conjunto armónico de enseñanzas nobles y verdaderas, accesibles aunque a menudo profundas. Es un raudal inagotable de doctrinas, es un torrente de principios fundamentales; es una fuente luminosa en que brillan con todos sus colores las grandes leyes de la armonía universal en el esplendor de una gran concepción filosófica de la naturaleza.”
El Maestro Normalista, Don Arturo Grullón, conmovido por el infausto suceso dijo, “Nada importaba ya: podía partir, podía alejarse seguro de que su obra no desaparecería, no se debilitaría; había sembrado mucho, sin descanso, y en el seno misterioso de la tierra germinaba y se fortalecía la escogida simiente que aseguraba las magníficas cosecha del fruto….Hostos resurge, hoy en día, por todas partes. En todos los pueblos cultos, tanto en América como en Europa, se le estudia, se le analiza, se le comenta, se ensayan los métodos pedagógicos por él aconsejados.”
El Secretario de Justicia, Educación Pública y Bellas Artes, en representación del Poder Ejecutivo, Lic. Virgilio Díaz Ordóñez, en su discurso dijo….“ Hay hombres que hacen en vida su propia estatua y dejan escrita su propia apología. Ningún pedazo de noble mármol, aún animado por la mano del más genial de los artistas, lograría reproducir en la piedra esa monumental concepción del maestro que Hostos dejó esculpida en el espíritu del continente.
¡…Pero rindamos, como ayer y como siempre, nuestra agradecida admiración ante aquel señero espíritu, que fue generosa simiente, enraizada por la ley de la vida, a una isla, Puerto Rico, y que se tendió en una florecida ramazón sobre todo el archipiélago y se prolongó sobre todo el continente hasta transformar en pérgola florida la pétrea eternidad de los Andes…..
…Soy discípulos de tus discípulos, nutro mi espíritu en la perenne multiplicación de tus panes, e hijo de una tierra americana a la cual te diste con mayor generosidad en amor y ciencia, yo humedezco mis palabras en el luminoso Jordán de tus huellas y las tiendo hacia ti, cargada con la carga sin peso con la plegaria que América, la patria de todos, ofrenda a la inmortalidad de tu gloria.”
Los restos mortales del Maestro Eugenio María de Hostos, desde el 1985 fueron trasladados al Panteón Nacional, ubicado en la Calle Las Damas, Ciudad Colonial, en la capilla de los inmortales para su descanso eterno junto a los Héroes de la Independencia y la Restauración.
Hostos es una figura colosal, una figura fulgurante, un faro de luz. Es una estrella que guía. Es todo un conjunto armónico de enseñanzas. Un raudal inagotable de doctrinas; un torrente de principios.(Tomado del discurso de F.H Carvajal.)
Gloria eterna para el ciudadano de América, Don Eugenio María de Hostos y de Bonilla, al cumplirse hoy un año más de su partida hacia la eternidad.
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