La respuesta a esta pregunta va a variar de acuerdo al enfoque que tenga el receptor de la misma. Podemos hablar de como el poder se impone, a través del tiempo y el espacio, utilizando la violencia en todo el sentido de la palabra. Podemos hablar de corrupción en los gobiernos, colonialismo, saqueo y lingotes de oro sacados por montones… son muchas las razones. Pero para que la pobreza prevalezca, es imprescindible bloquear la educación y fomentar el pensamiento inmediatista (pensar solo en las necesidades básicas, identificadas por Maslow en su pirámide). Ambas cosas caminan con los dedos meñiques entrelazados, como novios de una parte del siglo pasado.
Mientras la Rusia de Putin mira al mundo de manera altiva y anuncia con entusiasmo su exitosa vacuna contra el Covid-19, los buscones internacionales de la salud, amparados en el estatus que les ha dado el viejo sistema, insisten en ignorar esa vacuna y a diario declaran básicamente que nos jodimos todos, hasta que ellos digan lo contrario. A ese mismo grupo, el presidente norteamericano les quitó una amplia tajada que le daban los gringos, a sabiendas de que eso era dinero botado. Pero sigue apareciendo el vocero con cara de tragedia, empeñado en no dejar ir la pandemia tan esperada. Parece que tuvieron que esperar mucho y no están dispuestos a dejarla ir tan fácilmente.
A expensas de esos organismos obsoletos están los pobres del mundo. A expensas de organismos parasitarios y teóricos que no resuelven nada. Pero eso se vive también en menor escala, en países como el nuestro, donde grupos teóricos que no hacen nada, reciben subvenciones para sustentar la buena vida de sus ejecutivos. Dinero, declaraciones bien maquilladas, bulto, tres fundidas llenas de humillaciones y el resto para “gastos de representación”. Piense y va a encontrar algún caso cerca de usted.
Para salir de la pobreza extrema hay que fomentar la rebelión. Pero no la romántica rebelión de las gomas quemadas, las piedras y los botellazos; tampoco de las bombas molotov ni demás cachivaches de muerte. Hay que fomentar la rebelión del pensamiento. El pensamiento profundo y convencido lleva a la acción. Y la rebelión del pensamiento se fomenta con el estudio, el análisis multilateral y la lectura.
Y no me refiero al estudio tradicional. Apoyo en todas sus partes al sistema educativo dominicano y soy defensor a capa y espada de su constante proceso evolutivo. Pero aquí me refiero a un sistema que fomente la educación del pensamiento en todos sus niveles.
Tal vez, si nos ponemos en eso y con suficiente voluntad de los administradores del Estado, dentro de algunos años podremos tener ciudadanos con una visión de prosperidad divorciada de las dádivas y las humillaciones. Conscientes de que la solidaridad estatal es un derecho y que no hay que cambiarla por fotos ni por votos. Que los administradores no son dioses, sino servidores. Y el Estado somos todos, contrario a lo dicho por Luis XIV, el autodenominado Rey Sol cuando afirmó que “el Estado soy yo”.
En el plano local, invito a las autoridades entrantes a meditar sobre el particular. Tienen la oportunidad de establecer nuevos paradigmas, acorde con esa necesidad de renovar el pensamiento. Un pensamiento que necesita también más botas de trabajo y camisas arremangadas, a todos los niveles.
Yo tengo fe en que veré llegar a plenitud ese tiempo, aunque sea desde una vieja y cómoda mecedora, mientras repito los mismos cuentos e inventos a nietos y biznietos. Pero hay que comenzar ya.
Yo tengo fe.
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