La lucha contra el COVID-19 desde su inicio ha estado en cómo las autoridades enfrentan la pandemia y las decisiones que se toman para minimizar el contagio. En la fase que nos encontramos ya no es solo las decisiones de las autoridades que decidirán qué tan pronto saldremos de la crisis, más bien, las decisiones de la población en general.
¿Qué relación guarda la educación con el COVID-19?
La fase de la pandemia en que nos encontramos requiere de los humanos analizar sus acciones, que estas no afecten otros. Requiere de sentido común que viene de observar alrededor y entender que conviene a todos. Requiere de respeto a la vida, la propia y la del resto. En los últimos resultados de la prueba PISA realizado a estudiantes el país quedó prácticamente en el último lugar en áreas como Matemáticas que ayuda a la resolución de problemas y Lectura que ayuda el pensamiento crítico y analítico. Es decir que nuestros estudiantes, con relación al COVID-19, no están listos para entender la gravedad de la pandemia.
Esto según los datos estadísticos arrojados (ver enlace https://www.ideice.gob.do/documentacion/informes-usepe-id-p1-110-el-programa-para-la-evaluacion-de-los-alumnos-pisa-en-republica-dominicana-descripcion-resultados-y-perspectivas) Acciones irresponsables que atentan contra la salud de los muchos son evidentes entre los adolescentes que no acatan el llamado a quedarse en casa y la falta de estos aspectos de la educación que no les permite actuar a la altura de las circunstancias.
Dirás que tengo razón pero ¿Dónde dejo los que ya no son estudiantes? Esos que no fueron evaluados por PISA y que no están dentro de esa estadística. Esos que son la mayoría que se ve en las calles tomando alcohol, en motores, atentando contra la salud de los más vulnerables. Esos para quienes no existe el toque de queda. Esos que son sus propias autoridades y que los encargados de poner el orden público y preservar la salud parecen haberse rendido. Acá su mención:
Números corresponden a porcentaje de la población
Data correspondiente al último censo poblacional realizado en el municipio de Sabana Larga (año 2010) y podemos leerlo de la siguiente forma:
- El 18.9% que en ese entonces eran los mayores de 15 años son los mayores de 25 años en la actualidad.
- La población joven de 15 a 24 años que eran una tasa de analfabetismo de 7.8% son hoy los de 25 y 34 años.
- El 29.9% como índice de paridad de género indica el analfabetismo para esa fecha entre hombre y mujeres.
Las condiciones actuales no muestran datos que hagan entender que lo sucedido con esas personas desde el 2010 haya cambiado los últimos 10 años. Pueden que hayan aprendido a leer y escribir, espero sea así, pero no hay garantías que hayan asistido a la escuela y menos que se hayan hecho profesionales. Tengo la duda porque en 10 años no hay forma que puedan hacerse profesionales.
Estos datos hacen que la educación o la falta de ella sean directamente proporcional al desorden que vemos a diario en las calles. Este desorden a su vez es directamente proporcional al incremento de casos positivos de COVID-19 y las muertes. El no poder analizar y establecer diferencia entre el gustico efímero que se puedan dar por una multitudinaria bebedera y el riesgo al que exponen sus familiares y cercanos, son el resultado de esa educación que no llegó en el tiempo que les correspondía.
Aún estamos a tiempo de ser humanos y de pensar en las consecuencias de nuestros actos. No somos islas, no somos seres solitarios. En tiempo de pandemia toda reunión de muchas personas es foco de contagio. Peor aún con un virus donde la población citada en este artículo casi no muestra síntomas. Hace que seamos un coche bomba que estalla en nuestras casas, que aniquila nuestros viejitos. Hace de esto la ecuación perfecta para afectar nuestros seres queridos.
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