Los que llegamos al Partido de la Liberación Dominicana PLD, atraídos por las ideas de Don Juan Bosch, sobre la ética que debía regir la actividad política; sus ideas sobre pulcritud y transparencia en el manejo de los recursos del estado; su convicción sobre las fortalezas de la democracia y respeto a los derechos civiles, estamos convencidos muy interiormente de que hemos fallado en aplicar sus postulados desde el gobierno.
El maestro vegano nos inculcó la necesidad de servir como forma de producir soluciones a los grandes males nacionales, combatir la desigualdad, la pobreza, el analfabetismo, la falta de institucionalidad, la falta de transparencia. También nos inculco el prócer de la honestidad, el espíritu crítico a través de la formación política semanal, teórica y práctica, la crítica y la autocritica y las discusiones sobre temas diversos que eran obligatorias en el punto de educación.
Es ese espíritu crítico el que nos hizo grandes como partido, porque a pesar de nuestro compromiso de “servir al partido para servir al pueblo”, ese compromiso se fundamentaba en la convicción individual del peledeísta, al punto de sentirnos con la libertad de cuestionar tanto a los compañeros de mayor jerarquía como a los organismos superiores.
Todo cambió con nuestra llegada al poder. Las razones que motivaron la posposición del congreso Norge Botello en 1998, fueron el punto de partida de una serie de acciones que fueron limitando la capacidad crítica de los miembros del PLD, y que a la postre parió las islas de poder que nos han traído a la funesta división del instrumento cumbre de Don Juan.
El primer gobierno del PLD, fue de ensueño para los fines que predicábamos. Se dignificó la función pública, los profesionales vieron duplicarse sus salarios, el gobierno fue modernizado y eliminados los intermediarios o buscones. Se creó el marco jurídico para la transparencia en el manejo de los fondos públicos, la ley de acceso a la información, el sistema judicial vivió una revolución, como fue revolucionada la educación invirtiendo recursos en la formación de los maestros, creación de las aulas virtuales, creación del ministerio de educación superior, envío de miles de jóvenes estudiantes al exterior. Luego nada fue igual.
Los últimos gobiernos del PLD se han estancado en la generación de políticas públicas que mejoren nuestros índices de desarrollo humano y hoy tenemos una de las peores calificaciones mundiales en educación, nuestro sistema de salud sigue siendo deficiente igual que el sistema eléctrico a pesar de las cuestionadas inversiones en ese sector, pero sobretodo, hemos fracasado en el manejo de la seguridad ciudadana, control del narcotráfico y regulación migratoria, la producción nacional ha sido descuidada al punto de que cerca del 50% de los dominicanos vive bajo algún régimen de asistencia pública.
Los escándalos gubernamentales no cesan y el descaro con que se manejan y expresan algunos miembros del gobierno, obliga a aceptar que los principios que dieron origen al PLD no son rescatables desde sus estructuras.
Por todo ello debemos pedir perdón al maestro y guía. No fuimos capaces de producir cambios reales a pesar de los veinte años de administración. No fuimos capaces de administrar un país rico y lo hemos endeudado de manera escandalosa con el agravante de que ese endeudamiento no ha mejorado la condición de vida de las mayorías. No fuimos capaces de garantizar la paz y la tranquilidad de nuestra gente. No fuimos capaces de resguardar nuestras fronteras contra la invasión pacífica haitiana, ni contra la migración de nacionales de otros países centro y sur americanos, ni contra el contrabando, ni contra las drogas. Perdón Maestro Bosch, a pesar de sus enseñanzas.
A Bosch sin embargo, hemos de agradecer el espíritu crítico que nos legó a todos los que llegamos al PLD atraídos por sus ideas, (antes de 1996 los peledeístas fuimos formados en círculos de estudios, después de 1996 llegaron muchos al partido en busca de soluciones personales, no de servir a la nación), ya que esa capacidad de ver lo errores nos permite corregirlos o por lo menos intentarlo, y en último caso nos permite reconocer que erramos consientes y por conveniencias.
La forma de corregir nuestros errores dentro del partido, está consagrada en la tesis Boschista de peso y contrapeso entre la base del partido y su dirigencia, como ya no es posible lograr restaurar los principios originales dentro del PLD, a los Boschistas que creemos en los ideales de Juan Bosch, los que decimos amar la patria y estar dispuestos a servirle, solo nos queda un camino: seguir a Leonel Fernández con la esperanza de reencauzar los valores y principios del Boschismo. Seguir a quien nos señaló el líder y guía. Seguir a quien el profesor confió el cuidado de su legado. Seguir a quien con su partida del PLD, nos enseña, como lo hizo Don Juan, que nuestra primera obligación es con la patria, no con un partido político.
Perdón y gracias profesor, líder, guía, faro. La dignidad nunca muere.
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