El coronavirus (SARS-CoV-2) es un patógeno que, según comentan algunos y luce ser así, tiene al mundo de rodillas; una estructura microscópica con sobrado poder para infectar, enfermar y, en determinados casos, matar. Es causante del COVID-19, una patología que comparte características con el Síndrome Respiratorio Agudo Grave (SARS) y el Síndrome Respiratorio de Oriente Medio (MERS).
Sin ánimos de agregar mas tensión, ser pesimista o apocalíptico, centro mi atención en las consecuencias psicológicas y sociales (la tercera peste) que, sin lugar a dudas, dejará esta pandemia. Es quizás el panorama mas triste que se vislumbra en el horizonte, el impacto a mediano y largo plazo. En escrito anterior hablamos sobre lo financiero (la segunda peste) pero, posiblemente, nos tomará mas tiempo recuperarnos de los males que se instalarán en la mente, la conducta y el comportamiento social.
Las tragedias provocan estrés y problemas conductuales recuperables o no en el corto plazo. El trastorno por estrés postraumático (también conocido como TEPT) es un tipo que algunas personas presentan después de haber vivido o presenciado un acontecimiento impactante, terrorífico o peligroso. Salir de esa condición puede tomar años y, en algunos casos, persiste cuasi para siempre.
COVID-19 puede ser detonante, un gatillo de tensión nerviosa, ansiedad, ideas delirantes de asechanza, violencia, suicidio y trastorno del pánico. Eso aterra porque lo que menos deseamos es un mundo mas desquiciado de lo que es actualmente.
Los mas optimistas, incluyendo los cristianos devotos, piensan que esta tragedia sanitaria nos hará mejores seres humanos y nos acercará mas a Dios. No nos hagamos muchas ilusiones, el hombre ha demostrado que aprende poco o nada de los peores momentos. La maldad crece cada día y lo que menos hacemos es amar al prójimo. Es así como surge la politiquería en medio de la desgracia, la alteración de precios en los mercados, el deseo implícito de ver y/o crear situaciones para colmar la paciencia, la petición de sangre y corte literal de cabezas, el irrespeto a la dignidad de los muertos y afectados, la apatía ante el dolor de sus familias. Ese cuadro me recuerda a todas esas películas cuya trama es un virus que arrasa con poblaciones y los pocos que quedan vivos se matan unos a otros, en vez de formar alianzas. Individualismo a la máxima potencia.
De repente el problema invoca un manto de espirtitualidad y humanidad pero, cuando las aguas bajan de nivel, vienen las fiestas y bebentinas que borran todo a su paso. No hay manera de olvidar el efecto Y2K en el año 2000, las iglesias cristianas se abarrotaron de gente «extraña» que, cuando se sintió segura, se disipó cual niebla.
El aislamiento obligado incide en la conducta humana, somos seres gregarios y no todo el mundo maneja la soledad y el silencio, materia de mentes elevadas. Otros complicados sugieren que la vida en pareja 24/7 literal es una pesadilla y no es un maíz convertirse en profesor de los muchachos. COVID-19 nos distanciará, nos hará sospechar de todo y todos. Las sociedades «frías» ahondarán mas su indiferencia. El encierro ha sacado lo peor de nosotros, no en vano ya salen reportes de posible aumento de violencia en el hogar. La retorcida mente de los monstruos está de fiesta, aunque parece que la tasa de femenicidios ha descendido.
La preocupación exagerada y el estrés pueden deprimir el sistema inmunológico. La calma, el sentido común y la información obtenida de fuentes correctas es lo mas aconsejable. Las redes sociales son tóxicas porque son influenciadas por gente tóxica, vea usted la inmensa cantidad de disparates (profecías, señales y revelaciones, recetas, teorías conspirativas, otros) que tienen a medio mundo con los nervios de punta, creyendo, haciendo y replicando tonterías. Recomendamos leer par de buenos libros, incluyendo la biblia, escuchar música de calidad, ver TV alternativa, reír, bailar, aprender oficios y/o un nuevo idioma, orar o rezar y esperar pacientemente.
Solo tenemos control parcial del COVID-19 porque no contamos con vacuna para poner un stop al SARS-CoV-2. La clave preventiva está en el distanciamiento físico, la higiene corporal y de las cosas y la protección de las partes orgánicas comprometidas. Añadir a eso que es cosa de sabios acatar las directrices sanitarias y gubernamentales.
Mientras se mantenga el «estado de sitio», debemos dejar las calles a los elementos necesarios y/o que saben de tales menesteres (militares y agentes del orden, personal sanitario, prensa, servicios de socorro, negocios esenciales y repartidores de ayudas). Si tiene que salir a buscar el moro, como al efecto es necesario en la mayoría de casos, le recomiendo tomar los cuidados pertinentes y a Jehová que reparta suerte. Respete la vida de los demás, incluyendo sus seres queridos.
A mediano y largo plazo, directamente o por situaciones derivadas, las pestes segunda y tercera pueden matar tanta gente o mas. De momento vamos a concentrarnos en la primera o madre.
Los vivos contarán la historia, sin olvidar jamás sus muertos en soledad. De los necios sabremos en los recordatorios porque no sé si sentir mas pena por la humanidad que por un tal Cruz Jiminián, un «loco» dispuesto a clamar en el desierto. Por ahí anduvo un peregrino que anunció el final y no se queda la niña marioneta de algún charlatán. Todavía viene Pedro y jalla…
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