José Manuel Arias M.
Indudablemente que en los actuales momentos, en medio de una pandemia, estamos experimentado cambios sustanciales en todos los órdenes, los que traen consigo nuevos retos y estilos de vida, escenario en el que la mejor respuesta de la población consiste en permanecer en los hogares hasta tanto se mantengan las condiciones actuales; de ahí la consigna que se repite insistentemente: “quédate en casa”, que en honor a la verdad es la manera más correcta de evitar posibles contagios, frenando por ende la propagación del letal virus.
Lo peor de todo es que no sabemos hasta cuándo se extenderá esta situación y es evidente que hasta tanto no se haya logrado la cura para el virus los períodos de cuarentena podrían seguir siendo extendidos, pero muy a pesar de esto, siempre existirá la necesidad de salir en busca de alimentos y otras diligencias, con el alto riesgo que esto implicaría de cara a posibles contagios, pudiendo llegar a situaciones de inimaginables consecuencias para la salud.
Esto así porque según la célebre sentencia de Tito Livio la primera ley de la vida es la de la subsistencia, por lo que es obvio que en algún momento tendremos que salir a hacer diversas diligencias, entre otras, claro está, la de adquirir alimentos para el sustento, a no ser que exista la forma de que lleguen hasta los hogares los alimentos necesarios, evitando así tener que salir a las calles por esta razón, aunque como es de suponerse, siempre existirán razones que justifiquen u obliguen la salida.
Evidentemente, es nuestra responsabilidad restringir las mismas, saliendo sólo para diligencias estrictamente imprescindibles e impostergables y tomando las mayores precauciones posibles. Además, es nuestro deber estar conscientes de que se requiere moderar el consumo, evitando cualquier pifia de derroche, pues sin duda nos podría afectar sensiblemente más adelante, y en esa actuación responsable de la población se requiere igualmente que actuemos con la mayor austeridad y racionalidad posibles para evitar el consumo innecesario.
Ante estos potenciales escenarios, aunque esperamos que no lleguemos a ellos y pronto podamos superar esta terrible pandemia, se hace necesario tomar medidas para enfrentar posibles situaciones; en consecuencia, se hace imperante y resulta estratégico para el Estado mantener el aparato productivo nacional de tal manera que a toda costa se evite el desabastecimiento, lo que acarrearía grandes especulaciones, sobreprecios –aún más- a lo que debemos adelantarnos, pues de no hacerlo podríamos terminar pagando un alto costo.
Frente a las dificultades para las importaciones en estos momentos por razones obvias, ligado a los trámites burocráticos que habría que agotar y el tiempo que habría que esperar para tener en suelo nacional productos que pudiéramos importar, urge tomar las medidas pertinentes para que la producción agrícola se mantenga y aumente, como una manera correcta de hacer frente a las precariedades que se nos puedan presentar.
Serían impensables y nefastas las consecuencias que tendríamos como pueblo si se produce desabastecimiento de los productos alimenticios, pues en este caso se harían presentes con toda su voracidad las reglas elementales del mercado sobre la oferta y la demanda, y como es incuestionable, ante una posible escasez disminuirá la oferta y la demanda aumentaría y al hacerlo los precios serían elevados en grado sumo.
Se hace más que necesario, urgente, que se tomen cuantas medidas sean necesarias para mantener, proteger e incentivar el aparato productivo nacional, pues es una manera de enfrentar con éxito la amenaza de un desabastecimiento en la población, con las terribles consecuencias que esto acarrearía, llevándonos a escenarios impensables y que debemos evitar cueste lo que cueste.
En esas atenciones es preciso tomar en cuenta que si quienes se dedican a cultivar la tierra para hacerla parir ven perdidas sus cosechas por la falta de mercado para colocar sus productos, es de suponerse que no volverán – al menos en lo inmediato- a cultivar sus tierras, lo que lógicamente se traduciría en insuficiencia, empujándonos al desabastecimiento con todo lo que el mismo implica, estadio al que –como hemos dicho- aspiramos no lleguemos jamás y mucho menos en medio de una pandemia que nos obliga a permanecer en confinamiento.
Obviamente, esto no se evita con medidas teóricas simple y llanamente, sino con soluciones prácticas, como es el caso de inyectar capital y recursos para la producción agrícola, dando facilidades y todo cuanto las posibilidades nos permitan, garantizándole al productor que los productos serán adquiridos, lo que le dará confianza para continuar produciendo en procura de evitar el desabastecimiento.
El autor es Juez Titular de la Segunda Sala del Tribunal de Ejecución de la Pena del Departamento Judicial de San Cristóbal, con sede en el Distrito Judicial de Peravia.
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